Es uno de los ejemplos más entrañables de la llamada cocina viejuna: platos que en su momento no podían faltar en ninguna carta pero que con el tiempo han ido perdiendo gran parte de su atractivo o, al menos, de aquel glamour de antaño. Hablamos, efectivamente, del mítico Pijama, ese postre a base de flan, helado, fruta en almíbar y nata -en realidad admitía cualquier cosa- que durante la década de los 80 y los 90 era un clásico de muchos restaurantes. Seguir leyendo
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